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miércoles, 20 de enero de 2016

La crisis no es de merengue, es de merengueros


No es cierto que el merengue esté en crisis, pero que agoniza a falta de oxigenación, es probable.

Quienes pregonan la reiterada crisis en el merengue apuntan, lanzan y yerran el tiro. La fiebre no está en la sabana, el medicamento no puede bajarla porque se equivocan de paciente.

Sí, hay crisis, pero de merengueros. Ese es el paciente moribundo.
¿Cuándo surgió el último fenómeno merenguero? Es una pregunta recurrente en el ambiente del entretenimiento, pero cuesta recordar.

Rafely Rosario fue el último intento y no logró mantenerse, mientras los veteranos, los millonarios del ritmo, se acomodaron, se aburguesaron, entre ellos Los Hermanos Rosario y Toño Rosario.

Los veteranos no fueron capaces de poner su granito de arena apadrinando un joven talento que mantuviera vivo el interés de la juventud por el género.

Rafely pudo ser el gran fenómeno de esta última década, pero no encontró el seguimiento que necesitaba una figura a punto de arrancar.

Hasta su padre y tíos se acobardaron, no dieron seguimiento al trabajo que inició el doctor Máximo Aristy Caraballo, su primer y único inversionista, quien vio en él juventud, talento, carisma y deseos de convertirse en el relevo del merengue.

Muchos merengueros han echado mano de todas las excusas posibles para quedar bien ante el cuestionamiento público.
Alegan poca difusión, falta de una ley que los proteja, se quedan en el fondo, pero ignoran las formas.

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