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sábado, 9 de enero de 2016

Por qué el mundo debe temerle al poder de una bomba de hidrógeno


Aunque el ensayo de Norcorea causó revuelo, otros ya hicieron pruebas con bombas de hidrógeno.

Foto por: Efe

Aun si el ensayo nuclear de Corea del Norte fuera con un artefacto de menos poder que una bomba-H, representa una seria amenaza para la paz y la seguridad mundiales.

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Pocas invenciones humanas generan tanto miedo y curiosidad como el poder de la energía nuclear. Al liberar el poder del átomo, los humanos encontramos una fuente de energía casi ilimitada con la que se iluminan ciudades y se impulsan naves espaciales hasta el confín del sistema solar. Pero también descubrimos el potencial para arrasar poblaciones en un instante y convertir en un desierto infértil al único lugar del universo en el que –hasta ahora– se ha desarrollado nuestra especie.

Hasta hace unos días, las consecuencias del poder nuclear más allá de nuestro control estaban presentes en las imágenes de la devastación producida por el accidente en la central nuclear de Fukushima (Japón) o en los desgarradores testimonios del desastre de Chernóbil (Ucrania), relatados en la impecable pluma de la ganadora del premio Nobel de Literatura en el 2015, Svetlana Alexievich. Pero nos habíamos olvidado de una amenaza apenas familiar para quienes no experimentaron el mundo durante la Guerra Fría: la amenaza de un arma nuclear.

El pasado 6 de enero, el gobierno de la República Popular Democrática de Corea, que el mundo conoce como Corea del Norte, manifestó haber detonado por primera vez una bomba de hidrógeno. Sin duda, un hecho de gran importancia geopolítica, rechazado ampliamente por la comunidad internacional, y sobre el que aún hoy permanece un manto de duda.

¿Pero qué es exactamente una bomba de hidrógeno? En julio de 1945, en el desierto de Nuevo México, Estados Unidos detonó por primera vez un arma cuyo poder destructivo provenía de la reacción en cadena producida al dividir el núcleo de un átomo.

Era el resultado del ultrasecreto Proyecto Manhattan, que durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) empleó a muchos de los físicos más brillantes de la época. Era la primera bomba de fisión (división) nuclear.

Esa fue la bomba que se liberó sobre Hiroshima (Japón) segando la vida de más de 70.000 personas, dejando seriamente heridas a otras 70.000 y arrasando con un área de más de 12 kilómetros cuadrados.

Apenas unos días después, Nagasaki (Japón) sufrió la misma suerte. La destrucción de ambas ciudades precipitó la rendición de Japón y se convirtió en un macabro referente que impulsó a las grandes potencias mundiales a desarrollar sus propias armas nucleares.

En noviembre de 1952, en una región apartada del desierto de Nevada (EE. UU), se detonó por primera vez un tipo de bomba mucho más potente, impulsada no solamente por la fisión nuclear sino por la fusión (unión) de átomos de hidrógeno: era la primera bomba de hidrógeno (bomba-H).

La fusión nuclear es el mecanismo que genera la energía en la estrellas. En el interior del Sol, la presión producida por la gravedad hace que 620 toneladas de hidrógeno se fusionen cada segundo. En el interior de una bomba-H, una serie de bombas de fisión generan la presión que fusiona átomos de hidrógeno generando una explosión más de 100 veces más poderosa que la de una bomba de fisión. Para finales de 1953 ya se habían completado 11 explosiones de este tipo de artefactos en esa misma zona.

En 1956 llegaron a la población estadounidense de St. George, en Utah, a unos 200 kilómetros de los lugares de las pruebas nucleares, los equipos de filmación y los actores de El Conquistador.

Esa superproducción de cine, financiada por el millonario Howard Hughes, trataba sobre la vida de Genghis Khan, emperador de los mongoles, quien era interpretado por John Wayne.

Numerosos miembros de las tribus nativas de la región fueron traídos como extras para recrear las hordas de mongoles durante un rodaje extenuante, que al final tuvo que ser terminado en Hollywood usando 60 toneladas de arena tomadas del lugar para recrear las locaciones en un estudio.

Durante los siguientes años, muchos de los integrantes de la producción fallecieron víctimas del cáncer. Se dice que cerca de un centenar, de los más de 200 participantes en el filme, fueron diagnosticados con la enfermedad. En 1963, el actor mexicano Pedro Armendáriz optó por el suicidio al saber que padecía un cáncer de riñón. Ese mismo año falleció el director Dick Powell.

En 1974, fue la actriz Agnes Moorhead y poco tiempo después John Wayne –el protagonista– y Susan Hayward –la coprotagonista–. Inicialmente, los diagnósticos de estos últimos se asociaron a otros factores, pero para 1980 casi la mitad de los miembros de la producción y un alto número de habitantes de la zona habían padecido algún tipo de cáncer.

Después de los Estados Unidos, solamente la Unión Soviética, el Reino Unido, China, Francia e India han desarrollado y realizado pruebas con bombas de hidrógeno. Con estas, son más de 2.000 las pruebas nucleares que se han hecho alrededor del mundo.

En 1996, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (CTBT), según el cual cada Estado se compromete a no realizar explosiones de ensayo de armas nucleares o cualquier otra explosión nuclear.

Dicho compromiso ha sido ratificado por todos los países miembros de la ONU, con la excepción de 13 Estados, entre los cuales están Corea del Norte, India y Pakistán, naciones que sí han realizado pruebas nucleares posteriores a la entrada en vigencia del acuerdo.

Aun si el ensayo nuclear de Corea del Norte fuera con un artefacto de menos poder que una bomba-H, representa una seria amenaza para la paz y la seguridad mundiales. En el mejor de los casos aleja más a esa nación de la comunidad internacional y arriesga la salud de millones personas.

Juan Diego Soler
Ph. D. Investigador en astrofísica del CEA/Saclay, Francia.

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