tumbrl

jueves, 22 de septiembre de 2016

La lupe: la gran irreverente que navegó entre fama y miseria

La cubana se convirtió en una leyenda por su talento musical y su forma única, controversial, de presentarse en los escenarios, pero al final hubo un cambio radical

Jacqueline Estrella una tarde mientras buscaba información sobre algunos temas en internet me cayó por accidente un video de una cantante que llamó mi atención. Veía que mientras cantaba gritaba de manera sensual unas veces y en otra de manera escandalosa, hablaba de forma acelerada, hacía anécdotas sobre ella y se reía de sus propios chistes sin el menor escrúpulo.

Se quitaba los zapatos, se alborotaba y se acomodaba la peluca a la vez. Se iba quitando de manera violenta los anillos, las pulseras y de la misma manera los lanzaba al público.

Estas imágenes fueron suficiente para que yo quedara enganchada de la personalidad de esta artista, cuyo extraordinario talento y personalidad fuera de lo común la convirtió en la más aclamada y cotizada de su época.

Lupe Victoria Yoli Raymond es su verdadero nombre, pero conocida simplemente como La Lupe o su sobrenombre de La Yiyiyi.

Reina musical
La Lupe se convirtió en una leyenda de la música latina por su extraordinario talento musical y su forma única, controversial, irreverente e inusual de presentarse en los escenarios.

Nació el 23 de diciembre de 1936 en San Pedrito, un pequeño poblado ubicado en las afueras de Santiago de Cuba, pero fue en La Habana donde los bares le abrieron las puertas y comenzó su coqueteo con un mundo que ella misma transformaría. La Lupe había crecido fascinada con la espectacularidad de Olga Guillot, Edith Piaf y Lola Flores, a quienes imitaba.

Cuando la vida le dio la oportunidad, se lanzó a los escenarios con tanta pasión y desparpajo que comenzó a crecer su fama como una cantante fuera de lo común que hipnotizaba al público. Su éxito fue tan abrumador que Fidel Castro le exigió que saliera de Cuba.

Fuera de su país recorrió muchos puertos, asentándose en 1964 en New York, en donde desarrolló su carrera artística de la mano de Mongo Santamaría, con quien produce el disco “Mongo Introduces La Lupe” (1963). No fue casualidad que en la gran urbe también le sonriera el éxito por su estilo único.

Sin embargo, diferencias con Santamaría dieron paso a que se fuera al sello disquero Tico Records para encontrarse con Tito Puente. Allí grabaron cuatro discos que marcaron su camino al estrellato.

En la memoria de muchos dominicanos resuenan sus canciones, entre ellas las infaltables “Puro teatro”, “¿Qué te pedí?” y “La gran tirana”.

 Muchos han sido los rumores que la rodearon fuera y dentro del escenario, mientras cantaba frente a su público ella se quitaba los zapatos, golpeaba a los músicos, se quitaba la ropa, la peluca, los accesorios, gritaba de forma violenta o sensual, se daba golpes, invocaba los espíritus y consumía droga o alcohol.

El estrellato
La fama la llevó a niveles inimaginables. Ella fue una de las más cotizadas de su época (las décadas de los años 60 y 70).  El dinero le llovía de todas partes. Y así mismo lo gastaba en la compra de una mansión, lujosos carros, exquisitas joyas costosas, extravagantes actividades en la santería, vicios y las malas compañías.

Todas estas vivencias fueron mermando su reputación y su fortuna hasta quedar en la total miseria, dependiendo de míseros cheques de asistencia pública del gobierno.

A todo esto se le suma la quema de su apartamento y su invalidez por una caída.

Sus calamidades la condujeron a un encuentro con el mismo Dios, en un culto de adoración, en el que fue testigo de un milagro al levantarse de su silla de ruedas y al encontrar la paz para su atormentada alma.

Luego de estos acontecimientos ella decide transformar su vida y dedicarla al Señor, predicando con su testimonio.

“La Yiyiyi no murió en la miseria ni enferma por las drogas, ella murió feliz, predicando y dando testimonio de su transformación”,  le aclaraba a una amiga en una enérgica discusión.

Con su muerte, a los 52 años, el 29 de febrero de 1992 en la ciudad de New York, nació la leyenda y la fascinación por esta latina teatral y que ahora me reta desde donde se encuentre a encarnarla en el monólogo “La Lupe, conversión de una diva”, en Bellas Artes.

((Experiencia
Luego de ver el video en el que La Lupe derrocha todo su encanto y me hechizaba con su propuesta artística, inicié una serie de investigaciones sobre su vida: lecturas de libros biográficos, testimonios de quienes la conocieron,  recopilación de videos, conocimiento de la santería, adentrarme en el momento social, político y musical de su época; para entender los “por qué” de su estilo para luego escribir su historia con un lenguaje estético, veraz y con teatralidad. Después vinieron largos entrenamientos físicos y de voz para apropiarme del personaje como actriz.

Pienso que no todos los días una artista tiene la bendición de interpretar historias llenas de contenido artístico, humano, espiritual y social, y que te reten como actriz.

Interpretar a la Yiyiyi ha sido una gran osadía. Ella fue una mujer con mucha pasión en todo lo que hacía, actuaba desde las entrañas, era irreverente, escandalosa, espiritual, descarada, fuerte, agresiva, alegre, con gran sentido del humor, dramática, teatral, entre muchas otras cualidades; y esa es la esencia  que debo llevar al escenario al contar su historia.

Otra gran bendición ha sido contar con la dirección del actor y director Johnnie Mercedes, con  quien comparto la pasión por lo que hacemos, la actuación. Él ha tenido la suficiente sabiduría, paciencia y sensibilidad para llevarme de la mano y hacerme recorrer estos caminos de la manera más humana y consciente.

Me ha hecho entender mejor muchas cosas, llevando lo complicado a lo más simple. Para mí ha sido enriquecedor tanto como artista y como persona estar bajo su dirección. Todo el trabajo de dirección y montaje desplegado por Johnnie ha venido hacer de esta obra una pieza de colección para los amantes del buen teatro.

0 comentarios:

Publicar un comentario

una informacion sin comentarios,es como un rio sin agua.